El despertar del Dragón Rojo (Avana, volumen 3) by Annie Lavigne

El despertar del Dragón Rojo (Avana, volumen 3) by Annie Lavigne

autor:Annie Lavigne
La lengua: spa
Format: epub
editor: Babelcube Inc.
publicado: 2022-07-04T00:00:00+00:00


Capítulo 20

Saliendo del bosque, la reina de Connaught vio en el horizonte la fortaleza de Scatach. Le vinieron a la memoria lejanos recuerdos. En compañía de aquellas mujeres medio guerreras medio brujas aprendió a luchar, pero sobre todo a canalizar la energía cósmica. Entre los muros de aquella fortaleza, lejos de su tierra natal, aprendió a convertirse en reina, midiendo sus palabras y sus emociones y dominando sus miedos.

Tras la muerte de su padre, asesinado por los ulates, Maeve tuvo que volver a Connaught, donde fue coronada reina a la edad de dieciocho años. Aunque en Escocia había jurado que cesaría la guerra en la Isla Verde, de vuelta a Cruachain, la joven maga se había dado cuenta de que no iba a ser tan fácil. Había intentado hacer entrar en razón a la gente de su pueblo, pero fue en vano: querían vengar la muerte del rey. Ella respetó su decisión. La guerra se volvió sangrienta, pero ninguna masacre de ulates había conseguido que se olvidara la muerte del soberano. El sufrimiento se hizo aún más intenso a medida que los muertos se acumulaban.

Esta vez, Maeve deseaba que a su vuelta a la Isla Verde, la decisión de su pueblo fuera diferente.

Las puertas de la fortaleza de Scatach se abrieron sin que la reina tuviera que llamar: el vigía había anunciado su llegada. Maeve y sus cuatro guardias descabalgaron y entraron en el recinto de las fortificaciones. En el patio interior, unos cincuenta muchachos se entrenaban con la espada. Maeve se quedó sorprendida: nunca había visto a tantos alumnos con Scatach. Esta salió de su cuartel y avanzó hacia los visitantes, con una sonrisa en los labios.

—¡Veinte años sin vernos y sigues igual de guapa! —lanzó la escocesa.

Maeve todavía tenía la apariencia de una joven muchacha, con su tez de melocotón, su silueta esbelta y su largo pelo rubio.

—¡Y tú no pareces envejecer! —dijo Maeve.

Scatach tampoco aparentaba su edad: su larga cabellera morena y sus enormes ojos chispeantes seguían cautivando a la gente.

Mientras las dos mujeres se abrazaban, los muchachos se acercaron lentamente, rodeándolas. Uatach salió también del edificio portando en el extremo del brazo una lechuza en una percha. La sobrina de Scatach avanzó hasta Maeve, quien acarició suavemente el pico del rapaz. Este reconoció enseguida a su dueña y saltó sobre su hombro, recubierto siempre por un trozo de cuero para recibir las garras del mensajero.

—He enviado una misiva a todas las magas de la Fe Antigua, diciéndoles que había llegado la hora de reunirnos —le confió Scatach.

Ante aquellas palabras, siete mujeres salieron del edificio de piedra. Con edades entre veinticinco y sesenta años, iban todas vestidas con largas túnicas de lino, ceñidas con una banda de cuero, de donde colgaban bolsas que contenían pociones y polvos varios, piedras y cristales, así como un forro en el que había una daga o una espada.

Cuatro de esas mujeres vivían reclusas en los bosques de Escocia y sólo se mezclaban con los hombres cuando se les pedía ayuda. Los



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